En un movimiento decisivo hacia un futuro más sostenible, la Comisión Europea ha presentado recientemente el objetivo climático para 2040. Esta ambiciosa propuesta plantea una reducción del 90% de las emisiones netas de gases de efecto invernadero respecto a los niveles de 1990, reafirmando la visión de alcanzar una economía europea descarbonizada en 2050. Esta iniciativa regulatoria marca un hito importante en la estrategia climática de la UE.

La propuesta se compone de varios elementos clave. En primer lugar, el objetivo del 90% de reducción de las emisiones para 2040 que, para países como España, implicará intensificar aún más los esfuerzos en reducción de emisiones y la apuesta por las renovables en la década 2031-2040. Además, se presenta una lista de elementos a tener en cuenta para alcanzarlo, buscando una manera más pragmática y flexible que la aplicada para el objetivo de 2030. Esto incluye un papel limitado para los créditos internacionales de alta calidad a partir de 2036, el uso de las eliminaciones permanentes nacionales en el Sistema de Comercio de Emisiones de la UE, y una lista de mayores flexibilidades en todos los sectores para garantizar una transición rentable y socialmente justa. La propuesta también reconoce la importancia de las renovables innovadoras, donde se ha incluido explícitamente la eólica marina flotante.

Establecer un objetivo de reducción del 90% de las emisiones para 2040 está intrínsecamente ligado a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Este ambicioso fin contribuye directamente al ODS 7 (Energía asequible y no contaminante), impulsando la masiva implementación de fuentes de energía limpia, y al ODS 13 (Acción por el clima), al abordar de manera contundente la principal causa del calentamiento global. Comparativamente, lograr esta reducción equivaldría a retirar un número inmenso de fuentes de emisión de carbono de la economía europea, acercándonos significativamente a un futuro climáticamente neutro.

La propuesta de la Comisión Europea abre un debate crucial sobre la velocidad y el método de la transición energética. A medida que este marco se debate en el Consejo y el Parlamento, la pregunta persiste: ¿estamos preparados para la escala de inversión y transformación que se requiere para materializar un 90% de reducción en menos de dos décadas?

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